jueves, 22 de septiembre de 2011

Condolencias

Quiero hoy poner en el blog, en su blog, una serie de enlaces dónde aparecen condolencias, recuerdos, valoraciones, sobre Antonio García Maldonado. Sentidos son todos, pero me emociona leer los de personas que sólo conocieron a Antonio a través de sus fotos.


Como amigo y coautor de éste blog mi agradecimiento a TODOS.

1 comentario:

  1. Un naturalista tranquilo
    En memoria de Antonio García Maldonado.
    Lo conocí recién llegado yo a Motril, hace veintitantos años. Teníamos la misma edad y nos dedicábamos a la enseñanza. Era fácil que nos encontrásemos. Pero el motivo de nuestra coincidencia, en un principio, no fue ni lo uno ni lo otro, fue la fotografía. Ambos teníamos esa afición. Pero, teníamos otra cosa, teníamos adicción por lo que salía de ella: la congelación de un instante fugaz en la siempre transitoria vida. Y, sobre todo, un instante de belleza, que es, aún, menos asible en su devenir perpetuo. Fue esa búsqueda la que, finalmente, nos llevó a la Naturaleza como escenario dramático donde se da por igual todos los eventos, sin concesión para las preferencias humanas ni sus órdenes. En ese escenario es donde se encuentra uno con lo más frágil y lo más robusto, lo más tierno y lo más cruel, lo más fecundo y lo más desolado. Donde no puede uno engañarse, te das de cara con la vida y la muerte; cosa que tenemos enmascarado en nuestra sociedad. Y en esa verdad sin ambajes que es la Naturaleza, paradójicamente, es donde estalla con el máximo ardor de la existencia, la belleza. Belleza desde lo nimio, hasta lo grandioso: la orgía de belleza que se despliega en un horizonte. Sin embargo, su ley no amnistia ni a la más hermosa de las flores ni a la más imponente de sus mariposas. Como siempre, la Naturaleza fabrica la belleza y la destruye con indiferencia. Sólo el hombre, con un afán insensato, ve injusta la muerte. Aplica un maniqueísmo que la Naturaleza -de la que él es parte, aunque no se reconozca- le niega. Y, en su más ingenua pretensión contrapone un aparato, una cámara, para retener la vida; una cámara para fijar la belleza.
    La Naturaleza fue nuestra escuela de lo efímero y de la resignación a no creernos más valiosos en sus planes que una humilde hormiga, Antonio, pero con toda esa filosofía asumida, qué contenida rabia me da que hayas muerto y qué sentimiento de injusticia me embarga, con todo lo banal e infundado de ese sentimiento, frente a la lógica de esa Naturaleza que nos ha cautivado siempre.
    Te escribo como si me leyeras. No porque crea que puedas trascender a tu muerte, sé firmemente que te vas a descomponer en tierra. Te hablo a ti, como los que le hablan a su dios en un rezo. Tú, que hasta el último de tus ratos libres lo dedicabas a recorrer llanos, valles y montes, y montes y montes, sin fatigarte nunca. Que has hecho caminos incansables por la superficie de los campos. Ahora te toca hacer un largo camino por dentro de la Naturaleza. Las partes elementales de tu cuerpo migrarán en un azar certero para reinterpretarse en modos y formas nuevas; es un axioma: nada se destruye, todo se transforma. Y, quién sabe, si en uno de esos tránsitos otros humanos comparten tu huella. ¿Por qué no? Por qué no creer que los átomos además de sus propiedades físicas conservan alguna espiritual (cosas más increíbles nos ha descubierto la ciencia cuántica sobre las patículas). Los budistas, hace cuatro mil años atrás, intuyeron la primera ley de la termodinámica. Ellos la llamaron transmigración. Las partes de un cuerpo yacente fertilizan plantas, que transmitirán esas partes a los herbívoros que, a través suyo, las incorporarán a los humanos que se alimenten de ellos y cuyos hijos serán acreedores finales. Aunque soy agnóstico, qué consuelo trae pensar en budismo para paliar mi rabia. Debe ser esa la función de las religiones, que tantos abonados tiene. Qué bueno sería que tu espíritu se vaya a encarnar en humanos multiplicados, porque habrá más gente en este mundo buscando lo que tú perseguiste: la belleza. Y el mundo, aunque sea, parecerá mejor. Si este alegato mío fuera una oración budista para empujar en ese camino, que así sea. Amén.

    Francisco Botella Maldonado.
    Grupo Medioambiental "Bellota".

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